miércoles, 1 de septiembre de 2010

LA PUTA HILARIA ( 2ª parte )

El que sí resultó tocado, en cuerpo y alma, fué D. Frasquito que hubo necesidad de agotar toda su existencia de sales para no sufrir un inferto, ante la posibilidad de que le birlasen tan preciada presa, en su ausencia, Eso, nunca!....
Más pomposo que nunca, vestido con sus mejores galas, apareció en la taberna, dispuesto a asestar el golpe definitivo a su conquista. Su velador, como siempre, lo esperaba vacío, deferencia del resto de los parroquianos que, de esa forma, demostraban su respeto y agradecimiento por las muchas invitaciones recibidas.
-- Hola, D. Frasquito. Cómo lo eché de menos el domingo por la tarde...
-- Pero criatura, cómo quieres que vaya al baile? No es que no me respondan las piernas y el corazón, pero no creo estuviera bien visto, dada mi edad...
-- Pues mire, le estuve esperando, pero, claro, al ver que no llegaba, no tuve más remedio que atender a otros clientes que me reclamaban.
Sabía que no podía ser de otra forma, se recriminaba D. Frasquito por su falta de confianza.
-- Bueno, Ily, no te preocupes, yo comprendo que te debes al negocio.
-- Sí, pero ya sabe que, estando usted aquí, para mí no existe otro hombre al que atender...
-- Anda, zalamera, atiende al personal que, hoy, cuando cierres, te tengo una sorpresa reservada.
-- Ay, D. Frasquito! Qué bueno es usted conmigo...
-- Bueno, Ily, aquí, en la taberna, ya sabes, para evitar comentarios y habladurías, llamamé D. Frasquito, pero, entre tú y yo, en privado, me puedes llamar Frasquito a secas...
Dicho lo cual, siguió la dama, con su contonéo habitual, moviéndose entre las mesas, entre roces y piropos de más que dudoso buen gusto, cruzando su mirada con la de Antonio, sentado al lado de la barra, con una complicidad para nada extraña.
Así discurrió la tarde, sin que el indiano se moviese de su velador, atento a cualquier movimiento de su amada. Fué llegado el momento del cierre, cuando el vetusto galán quemó toda su pólvora, al acercarse a la moza:
-- Esta noche, a eso de las once, te espero en mi casa.
-- Uy, D. Frasquito, cómo voy a ir a su casa a esas horas? No es que no lo desee con toda mi alma, pero se figura si alguien me ve? Qué sería de nuestra reputación?
-- Tranquila, niña, lo tengo todo pensado. Toma esta llave. Es la de la puertecilla que da a la parte trasera de la casa. En ese callejón oscuro, nadie te verá y, si te viere, callará por su propio interés, pues no creo que stuviera allí rezando precisamente.
La llave, como no podía ser de otra forma, voló directamente, de la mano del anciano, al "canalillo" generoso de la Ily.
Cuando el gallo cantaba, de amanecida, tan sigilosamente como había llegado, salía la moza de la mansión del indiano, con una bolsita con la que no había entrado y que, noche tras noche, llevaría consigo en su trasiego. Dentro, el pago, en forma de regalos, con que D. Frasquito obsequiaba a la hermosa Ily, por su fidelidad en el caméo, únicamente comparable a su prudencia en el trato ante extraños.
Cómo no, Antonio, el joven veterinario, al tanto de todo el tejemaneje, aprovechaba, con la excusa de servir como tapadera y disfrutaba de los favores de la tabernera que salía de la casa de D. Frasquito más arrebolada que satisfecha.
Los días y, más bien, las noches, fueron pasando, engordando la alcancía de ily, en la misma proporción que disminuía la cuenta de Frasquito, al que ya llamaba de tal guisa, tanto en público como en privado. Tampoco escondía sus escarcéos con Antonio, porque, llegado el momento, había acumulado tánta riqueza, que se podía permitir el lujo de vivir su vida sin recatos.
Con tanto trote, la salud de Frasquito se fué quebrantando; pero, era tal el empeño que tenía con su querida Ily, que no se daba cuenta de que, no solo se le escapaba la vida, si no, también, toda su hacienda, quedando reducida a la casa en que vivía y de la que pronto sería desahuciado, para hacer frente a las numerosas deudas, contraídas para calmar las exigencias que, día a día, su querida que no amada Ily, le requería.
Y ese nefasto día llegó, cómo no, en forma de mandato judicial. De nada sirvieron súplicas, llantos y amenazas; el dasahucio se debía producir al día siguiente.
Llamada que fué Ily, con urgencia, su amada, su querida, dió la callada por respuesta. El anciano, con lo puesto, hubo de ser sacado, por la fuerza, de su estancia y recluído en un manicomio.
Es hoy el día en que, despues de tantos años, todavía se oye, al pasar por el viejo hospital, gritar al loco anciano, como si de voz de ultratumba se tratara: "mecagüen la puta Hilariaaaaaaaaaaaaaa!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

como siempre las mujeres tienen que ser las que pierdan,otra manera de leer este cuento,supongamos que el señor no queria acabar sus dias sin digamos probar los pecados terrenales,esto es como la oferta y la demanda,ella vende lo que el hombre queria comprar y pagar,no le importo mientras se la beneficiaba darle cuanto le pedia,igual que a ella no le importo ofrecerle lo que al le interesaba,acaso hay algo gratis en esta vida?por que a ella se le juzga y a el no?y dar sexo a cambio de nada es de tonto,que de eso hay mucho por el mundo,las que creen en el amor,y son ellos los que las engañan,haciendoselo todo muy bonito,para luego echar a correr a la primera de cambio,ni ella era puta,ni el tonto,se intercambiaron lo que ambos tenian que ofrecer....Y lo que al señor D.Frasquito le ocurria era que tenia demencia senil y por eso acabo donde acabo,gritaba su nombre en recuerdo de los buenos momentos que paso con ella......La Princesa Desencantada...

Anónimo dijo...

jajaja si que las hay,y muchas¡¡¡yo pienso que mas que lista,que lo era,lo que tenia muy desarrollado era el instinto de supervivencia,o no?por que seguro que el ya daba por sentado que se volveria viejo sin darle gusto al cuerpo,y le daba igual perder todo su capital con tal de pasar buenos ratos,que seguro el hombre hacia años que ni lo probaba,por que ya se sabe que en los pueblos pequeños el solteron es solteron para toda la vida....La Princesa Desencanta.....