martes, 3 de marzo de 2015

Piropear o no piropear

Hace unas semanas, una "lumbreras", (España en  general, es un vivero de esos lumbreras, das una patada a una piedra y salen doscientos)  la presidenta del observatorio de violencia doméstica y de género, Ángeles Carmona, propuso prohibir LOS PIROPOS, esas cosas que tanto hombres como mujeres dirigen hacia otra persona para intentar "agradar" (otro tema sería el gusto con el que se expresan, la educación con la que se dirigen al otr@, si se consigue que la otra persona "sonría", etc.)  porque dice que es una invasión hacia el otro o la otra. Que deben desaparecer.

Creo que vivimos en una época en la que lo que está de moda es prohibir. Simplemente.

Esa señora lo que supongo, es que tiene que justificar su trabajo inventando de vez en cuando alguna ocurrencia de ese tipo y justificar asi su trabajo, que para eso le pagan. Pero curioso es, que echando un vistazo atrás, alguien ya tuvo la misma ocurrencia. Ni mas ni menos que un dictador. Fue Miguel Primo de Rivera el que en 1928 la implantó. "El Código Penal de 1928, promulgado mediante el Real Decreto Ley anunció el propósito de conseguir “el desarraigo de costumbres viciosas” producidas por este tipo de “gestos, ademanes, frases groseras o chabacanas”. Por este motivo quedó incluido como falta el piropo “aún con propósito de galantería”. " Ni que decir tiene que toda falta tiene su pena: arresto de 5 a 20 días y multas de 40 a 500 pesetas. Ahí queda el detalle. Luego llegó la II República en 1930 y acabose lo penado. Dos años sin piropos. Dos años sin poesía (quedese al margen toda grosería, etc hacia la otra persona, pues eso no son piropos) ¿POESÍA?



Pues sí. Poesía, y mucho mejor si encima despierta en el/la otr@ una sonrisa.




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